Durante el otoño, las hojas de los árboles cambian y su color verde se vuelve amarillento hasta que se secan y caen sacudidas por el viento que sopla con mayor fuerza y la temperatura comienza a ser un poco más fría.

Este cambio que se lleva a cabo año tras año, tiene una sencilla explicación: las hojas que crecen en los árboles en primavera y verano producen alimento para la propia planta, pero también desechos que van acumulando al ir envejeciendo y que conservan hasta el otoño.

Pero además, la planta va sacando de las hojas todas las sustancias que le sirven y a cambio les proporciona todos sus desechos, ocasionando que las verdes hojas se coloreen de amarillo y marrón y, cuando ya no tienen sustancias nutritivas que tomar de ellas, producen una sustancia como resina que bloquea y hace que sus tallos se debiliten de tal forma que de manera natural se desprendan de los árboles.

Cuando las hojas se decoloran más de lo normal, lo que es natural durante la época otoñal o invernal, la planta se prepara para pasar el periodo más frío del año, reduce su necesidad de alimento al máximo y para ello se desprende de todo aquello que no necesita.

Pasada la época invernal, las hojas nuevas crecerán con fuerza como cada año y cubrirán de su hermoso verde todas las ramas de los majestuosos árboles.

Existen, sin embargo, árboles como el pino, el abeto o el laurel, que conservan la copa verde también en invierno. Estas especies sustituyen periódicamente las hojas viejas por otras nuevas, poco a poco y durante todo el año.

Otra característica muy particular son los días frescos, cuando una merienda con chocolate y galletitas es lo más aconsejable. Los abrigos livianos salen de nuevo.

El viento y las lloviznas tenues son también otras características para reconocer la llegada del otoño.

El otoño oficialmente empieza el 21 de marzo, ¡así que prepárate y abrígate para ver los más preciosos atardeceres con la caída de las hojas deslizándose por el aire!