Estos son los días más difíciles que Bélgica ha vivido desde la Segunda Guerra Mundial. «Es un día negro para Bélgica», dijo el primer ministro Charles Michel el martes, tras conocer al ataque múltiple perpetrado en la capital del país y decretar tres días de luto.
Los ataques, cuya autoría se adjudicó el grupo radical Estado Islámico, causaron más de una treintena de muertos en el aeropuerto internacional de Zaventem y en una estación de metro a escasos metros del Parlamento Europeo, donde trabajan funcionarios de los 28 países miembros.

Bruselas es la sede de la mayoría de los principales organismos de la Unión Europea (UE), la OTAN y otras agencias internacionales, así como del propio gobierno belga.
En todo el país, en las calles, entre los políticos y responsables de seguridad, los ataques del martes no son vistos como un incidente aislado, sino como parte de algo mayor – un ataque contra Europa – en el corazón mismo de Europa, explica la editora para la región de la BBC, Katya Adler.
Las detonaciones tuvieron lugar cuatro días después de que Salah Abbdeslam, uno de los sospechosos de los ataques de noviembre en París en los que murieron 130 personas, fuera arrestado, precisamente, en Bruselas.

Pero Bruselas no sólo es un objetivo de alto perfil para los radicales, Bélgica ha estado lidiando con grupos islamistas durante años y cientos de ciudadanos belgas se sumaron recientemente a las filas de Estado Islámico en Siria e Irak.
Las autoridades han detectado que al menos 350 jóvenes han sido reclutados por la organización, una cifra que, para un país de 11 millones de habitantes, proporcionalmente es mucho mayor que en cualquier otro país de Europa.
Varias ciudades han sido sede de células islamistas, pero la más activa ha sido Bruselas y, en concreto, el suburbio de Molenbeek, un área con una numerosa población de origen marroquí, donde fue capturado la semana pasada el principal sospechoso de los ataques de París, Salah Abdeslam.

Fuente: BBC