Con entradas agotadas y su show centrado en un formato interactivo, Coldplay deslumbró el pasado jueves a 50 mil personas en el primero de sus dos shows en el Estadio Único de La Plata, donde a mitad del set la banda británica homenajeó a David Bowie con una versión de «Heroes» en la que Chris Martin lució su tono de cantante épico para subirse a un himno ajeno y llevar la canción sagrada del Duque Blanco a su propio terreno.

El comienzo de la gira mundial A Head Full of Dreams Tour sorprendió desde el instante en que se apagaron las luces y se activaron las xylobands: un dispositivo lumínico con forma de reloj pulsera que buena parte del público recibió en la entrada al estadio,

«Ajusta la pulsera y disfruta el show», aconsejaban las pantallas gigantes poco antes del comienzo del recital. El estado de comunión incluyó un video de fans argentinas que presentaron a la banda, dos mini escenarios en el corazón del campo y una larga pasarela por donde Chris Martin paseó su encanto asumiendo el rol protagónico que sólo se trasladó a sus compañeros de banda cuando los himnos de Coldplay exigieron intensidad, como en el primer estallido con «Yellow» y su poder de encantamiento intacto a más de quince años de su edición.

Por encima de la lluvia de papelitos de colores y los ataques pirotécnicos disparados en varias oportunidades desde el escenario principal, Coldplay contó con un tremendo arsenal de hits que dosificó con maestría para estrenar ocho canciones en vivo de su disco más feliz: el reciente A Head Full of Dreams mostró un costado bailable a partir del ritmo contagioso de «Birds» o «Adventure of A Lifetime», que convirtieron al lugar en una enorme discoteca con pulseras audiorítmicas. Lo nuevo de Coldplay es comparable a Achtung Baby de U2 en tanto estímulo hacia la electrónica dance y cambio de piel. Aunque la melancólica mirada brit-pop sigue presente en baladas y que Martin encara desde su función de pianista melódico («Everglow», «Hymn For The Weekend»). Viejos clásicos como «Politik» y «Clocks» mostraron la dimensión de una banda que intercambia instrumentos, descansa en la intensidad de la guitarra de Jonny Buckland y el sólido trabajo de Guy Berryman y Will Champion, todos desde un perfil bajísimo. Sólo Martin es dueño de la escena y parece que sus compañeros disfrutan de la distribución de roles, aunque al bajista nunca se le escapa una sonrisa y es pura concentración.

Uno de los momentos más emotivos de la noche fue, justo antes de «Viva La Vida», el homenaje a Bowie: en ese instante la imagen color de las pantallas gigantes cambió a un blanco y negro como un gesto estético de respeto y emoción compartida. Más celebrado fue la inesperada aparición de la banda en el centro del campo para interpretar un set más íntimo que incluyó un tema a pedido por una fan argentina que desde la pantalla y bajo la aplicación de Instagram solicitó la inclusión en el setlist de «Green Eyes». El tema final del nuevo disco de Coldplay, «Up&Up», cerró la lista (repiten hoy, en el mismo estadio). Las pantallas de fondo del escenario mostraron los nombres de todos los participantes artísticos del show, igual que el final de una película cuando los créditos indican que ya es hora de irse. Nadie pidió bises: la satisfacción se notó en el coro multitudinario que tarareó el estribillo de «Viva La Vida» mientras comenzaba la lenta desconcentración.