Cuando los Beatles llegaron a la fama en el año 1960 todos morían por una fotografía junto a cualquiera de los 4 músicos. Eran todo un ídolo adolescente y volvían locas a las chicas de todo el planeta con sus canciones de romance y su innegable atractivo físico para la época, mientras que conquistaba el corazón de los más adultos y de los hombres por su buena capacidad de composición, sus letras de crítica social y lo pegajosa de sus canciones. La Beatlemania estaba en todos lados y conseguirte a uno de los integrantes de la banda era el mejor regalo de todos los tiempos, mejor aún, tener en físico una fotografía de ellos.

 

En agosto de 1969, nada más terminar la grabación de su último disco (Abbey Road), los Beatles se reunieron en una finca propiedad de John Lennon, en Berkshire, y se sometieron a la última sesión fotográfica de su carrera. Decimos sometieron, porque tal y como se ve en las fotos, ninguno de ellos estaba de humor para posar ante las cámaras, por mucho que la luz y el fondo elegido parecieran comunicar felicidad y armonía.

La relación entre los cuatro Beatles en aquel momento pasaba por su momento más bajo, y esa tensión se palpa en las instantáneas capturadas por los fotógrafos Ethan Russell y Monte Fresco, que tenían el encargo de tomar fotos promocionales para los que fueron los dos últimos lanzamientos de los Beatles: el mencionado Abbey Road (en septiembre de 1969), y Let It Be (en mayo de 1970).

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La excursión fotográfica familiar —también asistieron Ono y Linda McCartney, embarazada de su primera hija con Paul— terminó en ceremonia fúnebre y las últimas imágenes de los Beatles juntos son melancólicas y tristes. Y es que ya lo decían Def: La culpa de todo la tiene Yoko Ono…

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Harrison simplemente no quiere estar allí. “¿Qué necesidad tenía yo de participar en aquello para ser feliz?”, escribió más tarde

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Poco tiempo después los cuatro músicos que cambiaron el mundo, o al menos la forma de ver el mundo de una generación, sólo se reunían, con abogados presentes.

Las últimas fotos de los Beatles, transparentes y ligeras como las muchas que el grupo repartió por el mundo, son la verificación de que los sueños, por enormes que sean, también se acaban.